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martes, 10 de junio de 2014

Segunda parte. Nueve. 4

–¿Qué ocurre?
Toni, saliendo apresuradamente de la enfermería, cruzó el pasillo y se plantó en el patio. Allí, con la nieve a la altura de la parte alta de la caña de las botas militares, una de las mujeres miraba horrorizada el interior del todoterreno después de abrir la puerta. Los dos niños estaban allí, acostados en el asiento trasero, inmóviles… Bea los examinó. Apenas tardó unos segundos, y se dirigió a la mujer que aguardaba, en estado de excitación, de pie sobre la nieve.
–Están bien, tranquilízate… solo han sufrido hipotermia leve. Por suerte estaban bien abrigados. Creo que se recuperarán con la calefacción del coche en cuanto arranquemos…
El grupo presentaba un aspecto extraño, curioso al menos: todas, menos la enfermera, vestidas con ropa militar de camuflaje, calzadas con botas acordonadas por delante, y desarmadas… Toni suspiró al comprobar que no sucedía nada, por una vez…
–Entonces, ¿podemos marcharnos?
Bea se volvió a mirarlo. Su expresión era tranquila, serena, como si hubiera borrado de su recuerdo las últimas doce horas de su vida, la última semana, los últimos meses... Hizo un gesto a las dos mujeres.
–¿Sabéis conducir?
Ambas asintieron. Eran mujeres jóvenes, de no más de treinta y cinco o cuarenta años, y una de ellas la madre de los dos pequeños que estaban en el todoterreno. Bea se dirigió hacia el blindado, y abrió la puerta del conductor.
–Iremos en éste y en el todoterreno. Somos demasiados para un solo coche, y eso suponiendo que no haya nadie más por ahí… –hizo una pausa, y tras comprobar el interior del vehículo militar, se volvió de nuevo al grupo–. Ahora, hay que cargar los coches con todo lo que nos pueda ser útil, sobre todo agua y comida…
Toni ya había pensado en eso, pero decidió buscar también algo más: combustible. Las chicas podían ocuparse de saquear la despensa mientras él se encargaba de llenar el depósito. Si aquello era una especie de base militar, sin duda debía contar con su propia gasolinera o algo así, aunque no hubiera allí dentro demasiados vehículos. Se dedicó a recorrer los espacios abiertos de la Academia, y no tardó en encontrar lo que necesitaba. En la zona que daba al río, atestada de camiones y autobuses militares y algunos blindados Centauro, había un surtidor. Habría que llevar hasta allí los coches…
Después de un rato, ambos todoterrenos tenían los depósitos hasta arriba, y los maleteros llenos de cuanto las mujeres habían logrado encontrar. En el coche militar había, además, distintas armas y munición. Toni, precavido, había llenado también varias garrafas de plástico con gasóleo y las había hecho un hueco en los vehículos.
Por fin estuvieron listos. Bea, Toni y Sara subieron al todoterreno, y las dos mujeres y los dos niños en el blindado. Era un vehículo potente y pesado, pero, por suerte, dotado con la más moderna tecnología, y su conducción no presentaba mayores problemas que la de cualquier otro coche civil, salvo el tamaño, claro. Llegaron a la salida de vehículos de la Academia. Toni se bajó y abrió con precaución las puertas. Asomó la cabeza a la calle, pero no vio a nadie. Cuando subía de nuevo al todoterreno, vio a escasos diez metros la figura tambaleante del teniente, que avanzaba con gran dificultad sobre la nieve. De pronto, se detuvo y giró la cabeza como si estuviera escuchando algo que había atraído su atención. Muy amortiguados, lo que parecían unos espeluznantes alaridos llenaban el aire. Quizá provenían del otro lado de los muros de la Academia de Caballería. O puede que no. Quizá tenían su origen más cerca, dentro del recinto militar, en los vestuarios del gimnasio…
Cuando cruzaban las puertas, por la ventanilla bajada del coche se colaba el ruido característico de parásitos de radio. Desde el cuarto del cuerpo de guardia, junto a la salida, llegaba, entrecortada y ronca, una emisión: «…ciudad segura, repito, ciudad segura... refugiados… deben dirigirse… repito… más supervivientes… y… centro de control… no infectados… repito…».


2 comentarios:

  1. Escribes muy bien
    te encontre de casualidad
    navegando blogs amigos

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    1. Gracias, Mucha, es un honor que alguien como tú, tan leída, opine así. Me di una vuelta por tu casa, y quedé impresionado por tantos seguidores y comentarios. Dado que este blog lo destino a escribir, de una manera, digamos, aséptica, una historia que pretende ser de terror, te añado a la lista de enlaces en mi otro blog: La raza de Caín

      Bienvenida, espero que te gusten estos muertos...

      Un abrazo

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