–¿Qué
ocurre?
Toni,
saliendo apresuradamente de la enfermería, cruzó el pasillo y se plantó en el
patio. Allí, con la nieve a la altura de la parte alta de la caña de las botas
militares, una de las mujeres miraba horrorizada el interior del todoterreno
después de abrir la puerta. Los dos niños estaban allí, acostados en el asiento
trasero, inmóviles… Bea los examinó. Apenas tardó unos segundos, y se dirigió a
la mujer que aguardaba, en estado de excitación, de pie sobre la nieve.
–Están
bien, tranquilízate… solo han sufrido hipotermia leve. Por suerte estaban bien
abrigados. Creo que se recuperarán con la calefacción del coche en cuanto arranquemos…
El grupo
presentaba un aspecto extraño, curioso al menos: todas, menos la enfermera,
vestidas con ropa militar de camuflaje, calzadas con botas acordonadas por
delante, y desarmadas… Toni suspiró al comprobar que no sucedía nada, por una
vez…
–Entonces,
¿podemos marcharnos?
Bea se
volvió a mirarlo. Su expresión era tranquila, serena, como si hubiera borrado
de su recuerdo las últimas doce horas de su vida, la última semana, los últimos
meses... Hizo un gesto a las dos mujeres.
–¿Sabéis
conducir?
Ambas
asintieron. Eran mujeres jóvenes, de no más de treinta y cinco o cuarenta años,
y una de ellas la madre de los dos pequeños que estaban en el todoterreno. Bea
se dirigió hacia el blindado, y abrió la puerta del conductor.
–Iremos en
éste y en el todoterreno. Somos demasiados para un solo coche, y eso suponiendo
que no haya nadie más por ahí… –hizo una pausa, y tras comprobar el interior
del vehículo militar, se volvió de nuevo al grupo–. Ahora, hay que cargar los
coches con todo lo que nos pueda ser útil, sobre todo agua y comida…
Toni ya
había pensado en eso, pero decidió buscar también algo más: combustible. Las
chicas podían ocuparse de saquear la despensa mientras él se encargaba de
llenar el depósito. Si aquello era una especie de base militar, sin duda debía contar
con su propia gasolinera o algo así, aunque no hubiera allí dentro demasiados
vehículos. Se dedicó a recorrer los espacios abiertos de la Academia, y no
tardó en encontrar lo que necesitaba. En la zona que daba al río, atestada de
camiones y autobuses militares y algunos blindados Centauro, había un surtidor. Habría que llevar hasta allí los
coches…
Después de
un rato, ambos todoterrenos tenían los depósitos hasta arriba, y los maleteros
llenos de cuanto las mujeres habían logrado encontrar. En el coche militar había,
además, distintas armas y munición. Toni, precavido, había llenado también
varias garrafas de plástico con gasóleo y las había hecho un hueco en los vehículos.
Por fin
estuvieron listos. Bea, Toni y Sara subieron al todoterreno, y las dos mujeres
y los dos niños en el blindado. Era un vehículo potente y pesado, pero, por
suerte, dotado con la más moderna tecnología, y su conducción no presentaba
mayores problemas que la de cualquier otro coche civil, salvo el tamaño, claro.
Llegaron a la salida de vehículos de la Academia. Toni se bajó y abrió con
precaución las puertas. Asomó la cabeza a la calle, pero no vio a nadie. Cuando
subía de nuevo al todoterreno, vio a escasos diez metros la figura tambaleante
del teniente, que avanzaba con gran dificultad sobre la nieve. De pronto, se
detuvo y giró la cabeza como si estuviera escuchando algo que había atraído su
atención. Muy amortiguados, lo que parecían unos espeluznantes alaridos llenaban
el aire. Quizá provenían del otro lado de los muros de la Academia de
Caballería. O puede que no. Quizá tenían su origen más cerca, dentro del
recinto militar, en los vestuarios del gimnasio…
Cuando
cruzaban las puertas, por la ventanilla bajada del coche se colaba el ruido característico
de parásitos de radio. Desde el cuarto del cuerpo de guardia, junto a la
salida, llegaba, entrecortada y ronca, una emisión: «…ciudad segura, repito, ciudad segura... refugiados… deben dirigirse…
repito… más supervivientes… y… centro de control… no infectados… repito…».
Escribes muy bien
ResponderEliminarte encontre de casualidad
navegando blogs amigos
Gracias, Mucha, es un honor que alguien como tú, tan leída, opine así. Me di una vuelta por tu casa, y quedé impresionado por tantos seguidores y comentarios. Dado que este blog lo destino a escribir, de una manera, digamos, aséptica, una historia que pretende ser de terror, te añado a la lista de enlaces en mi otro blog: La raza de Caín
EliminarBienvenida, espero que te gusten estos muertos...
Un abrazo