–¿Queda
mucho?
Bea se
volvió a mirar a Sara, apartando la vista de la calle. La mirada de la niña le
indicó que ya no lo era, no después de lo que había vivido en los últimos tres
meses, pero, sobre todo, en los últimos tres días.
–¿Para
qué, cariño? –preguntó, a su vez.
–Para
marcharnos…
A Bea le
emocionaba la inocencia de Sara, a pesar de todo. ¿Para qué mentirle?
–No nos
podemos ir… todavía, Sara.
–¿Estamos
esperando a Toni?
De nuevo,
esa candidez inusitada, ese «no comprender» correctamente la realidad, pensó
Bea. O quizá fuera otra cosa, y ella no lo veía. Puede que al fin y al cabo la
educación recibida por sus padres, testigos de Jehová, influyera en exceso en
la percepción ligeramente distorsionada y buenista que Sara tenía del mundo, de
la realidad, la puta realidad…
–Sí,
estamos esperando a Toni… –«aunque no
volverá», ahora sí mintió, deliberadamente. No tenía derecho a destruir las
pocas esperanzas que aún albergaba Sara respecto a su situación y a las
personas que componían el grupo
Sara
asintió, como si comprendiera y se hiciera cargo. Miró al amasijo que las
cortinas formaban en el suelo, envolviendo el cadáver del hombre malo; y la
mancha de sangre oscura, casi negra, que empapaba una parte de la tela,
cubriendo en su avance la zona inmediata del suelo de tarima de la habitación.
La visión de tan deprimente escena la desagradó, y buscó, una vez más, el calor
de la enfermera, abrazándose a su cintura.
–Eres muy
valiente, Sara, mucho… Yo no habría sabido cuidar tan bien de Juan… –Bea le
acariciaba el cabello, largo y claro, conteniendo una única lágrima que no
quiso, finalmente, brotar.
Entre el
rumor infernal del eterno gemido que lo inundaba todo, y por encima del
continuo golpeteo contra la puerta, comenzó a escucharse otra cosa, un ruido al
principio amortiguado, que se confundía con el del macabro ambiente del centro
del pueblo. Luego, poco a poco, fue creciendo, dominando al gemir incesante de
los muertos. Los cristales del balcón temblaron, y el ruido de un potente motor
llegó hasta la habitación con más nitidez.
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