En ese
preciso instante, un segundo antes de que el vasco cerrara la puerta de la
cabina y se pusiera al volante, Toni vio un brillo que le deslumbró en una de
las ventanas del edificio, justo donde estaba detenido el tractor. En un primer
momento, no supo qué era, pero de inmediato, al escuchar el estampido, lo
comprendió. El enorme cuerpo del vasco salió proyectado con inusitada fuerza
hacia el interior de la cabina, mientras sus intestinos se desparramaban por el
suelo, salpicando el cristal de la portezuela.
Los
cañones de la escopeta que había efectuado el mortal doble disparo desaparecieron
del alféizar de la ventana. Toni ya no vio más, y ni siquiera podía disparar
hacia allí, pues no tenía ángulo. Dentro de la cabina, moribundo, el vasco
grandullón veía la cara iracunda de aquél que le había disparado, un rostro
horrible, mimetizado con la muerte entre la que había sobrevivido durante
meses, y cuya expresión reflejaba todo el miedo, la rabia y la cobardía de
quien ya jamás volvería a ser humano, aunque siguiera viviendo…
Estaban
perdidos. Sin el vasco al volante, no había manera de salir de allí. Toni pensó,
por un instante, en trepar hasta la cabina y conducir el tractor, pero eso
sería imposible, pues, aunque lograra llegar de una pieza, lo cual era muy
discutible, no tenía ni idea de manejar un monstruo así. Ni idea. Ni siquiera
sabía conducir medianamente un coche… Miró a Bea, desesperado. La enfermera le
estaba leyendo el pensamiento. A su alrededor, miles de deambulantes, unos
convertidos en lanzas flamígeras apuntando al cielo su rabia, y otros esperando
impacientemente el turno para poder comer, gemían incansables, agobiantes… El
aire se volvía más irrespirable a cada minuto que pasaba, con una mezcla de
humo, carne quemada y gases de gasolina evaporándose…
Bea se
lanzó hacia el fondo del remolque, dispuesta a llegar como fuera hasta la
cabina para intentar sacarlos de allí. Como Toni, tampoco sabía nada de tractores,
y recordaba la mala experiencia que tuvo con el autocar en El Coto…, pero, si el
tractor tenía un volante y pedales, podría manejarlo. Cuando ya se había
encaramado al portón delantero, sin que Toni hubiera tenido tiempo para
intentar impedírselo, de pronto, un fuerte tirón del remolque hizo que perdiera
el equilibrio y cayera de espaldas sobre el suelo de la plataforma. El tractor se estaba moviendo.
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