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jueves, 18 de diciembre de 2014

Cuarta parte. Nueve. 2

En ese preciso instante, un segundo antes de que el vasco cerrara la puerta de la cabina y se pusiera al volante, Toni vio un brillo que le deslumbró en una de las ventanas del edificio, justo donde estaba detenido el tractor. En un primer momento, no supo qué era, pero de inmediato, al escuchar el estampido, lo comprendió. El enorme cuerpo del vasco salió proyectado con inusitada fuerza hacia el interior de la cabina, mientras sus intestinos se desparramaban por el suelo, salpicando el cristal de la portezuela.
Los cañones de la escopeta que había efectuado el mortal doble disparo desaparecieron del alféizar de la ventana. Toni ya no vio más, y ni siquiera podía disparar hacia allí, pues no tenía ángulo. Dentro de la cabina, moribundo, el vasco grandullón veía la cara iracunda de aquél que le había disparado, un rostro horrible, mimetizado con la muerte entre la que había sobrevivido durante meses, y cuya expresión reflejaba todo el miedo, la rabia y la cobardía de quien ya jamás volvería a ser humano, aunque siguiera viviendo…
Estaban perdidos. Sin el vasco al volante, no había manera de salir de allí. Toni pensó, por un instante, en trepar hasta la cabina y conducir el tractor, pero eso sería imposible, pues, aunque lograra llegar de una pieza, lo cual era muy discutible, no tenía ni idea de manejar un monstruo así. Ni idea. Ni siquiera sabía conducir medianamente un coche… Miró a Bea, desesperado. La enfermera le estaba leyendo el pensamiento. A su alrededor, miles de deambulantes, unos convertidos en lanzas flamígeras apuntando al cielo su rabia, y otros esperando impacientemente el turno para poder comer, gemían incansables, agobiantes… El aire se volvía más irrespirable a cada minuto que pasaba, con una mezcla de humo, carne quemada y gases de gasolina evaporándose…
Bea se lanzó hacia el fondo del remolque, dispuesta a llegar como fuera hasta la cabina para intentar sacarlos de allí. Como Toni, tampoco sabía nada de tractores, y recordaba la mala experiencia que tuvo con el autocar en El Coto…, pero, si el tractor tenía un volante y pedales, podría manejarlo. Cuando ya se había encaramado al portón delantero, sin que Toni hubiera tenido tiempo para intentar impedírselo, de pronto, un fuerte tirón del remolque hizo que perdiera el equilibrio y cayera de espaldas sobre el suelo de la plataforma. El tractor se estaba moviendo.


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